La entrevista:
—En este momento de la vida ¿qué significado puede tener la habilidad de escribir poesía?
R.- No creo que la poesía sea una habilidad, sino un don. La poesía se permite circular entre nosotras, no es que nosotras, las poetas, hagamos circular a la poesía. En este preciso momento de la vida no siento que los seres humanos, como especie, tengamos el control de absolutamente nada. Como todo don, como todo regalo, la poesía es algo que puede dejarnos.
Me parece interesante pensar en la siguiente pregunta, a partir de la que haces: ¿quién soy yo para decirle a la poesía hacia dónde tiene que ir, por dónde tiene que circular? Pienso que tener el don de la poeta está estrechamente ligado a elaborar pequeños pasajes a través de los que asoman otros seres y otros mundos. Lo que significa, no es que la poeta es “especial”, sino más bien que la poeta da la posibilidad de coexistencia con esos seres y esos mundos en la poesía. Pero me gustaría añadir que, aunque no se trata de ser “especial”, ser poeta necesariamente significa hacerse responsable de aquello que empujamos a circular en la poesía.
—La poesía puede transformar nuestro entorno social y ¿cómo lo haría?
R.- La poesía puede transformarlo todo tanto como cualquier cosa puede hacerlo. No creo en la poesía como un discurso ajeno al cosmos, sino como un hacer-con. En ese sentido, no son “sólo palabras”, sino que esas palabras también son sustancia. Ahora bien, no creo que haya un “cómo cambiar el cosmos con la poesía”, sino que hay un “cómo cambiar el cosmos con todo”. Cualquier sustancia que yo agregue al cosmos, inevitablemente lo va a cambiar, porque siempre estamos construyendo el cosmos con el cosmos, porque (y voy a decir una obviedad): nosotros somos el cosmos. Por tanto, cada emoción, cada idea y cada poema transforma el cosmos y con él nos transformamos nosotros. La pregunta importante para las poetas, creo que es, ¿qué tan comprometidas estamos con la transformación? Digamos, por decir algo… Si soy una poeta nihilista, ¿por qué no me he suicidado? O, si escribo poesía geológica, ¿qué tipo de relaciones humanas estoy labrando con el ecosistema social que son mis amigas? No pienso que las acciones estén separadas de la escritura de poesía, puesto que son parte de la misma sustancia.
—¿De qué forma se puede enseñar poesía a la gente?
R.- Me parece muy difícil enseñar qué es la poesía, puesto que la pregunta “¿qué es la poesía” suele convertirse en un abismo.
Si partimos de que la poesía es lo que cada poeta propone en su obra, podemos comenzar a enseñar qué es la poesía a través de los múltiples ejemplos que tenemos a lo largo de la historia de la poesía. Para enseñar esto, no creo tanto en un método que relata los orígenes como en uno que sea experiencial. La poesía se puede enseñar a las personas mediante la revelación de cómo están sintiendo los poemas los que están aprendiendo a leerlos.
Los acercamientos que comparto en los talleres que imparto, aparte del de la experiencia, suelen ser los que podríamos llamar “básicos” para aprender sobre poesía: la lectura por isotopía (encontrar relaciones semánticas entre las palabras), la poesía como imagen y el papel como lienzo, la poesía como sonido, la necesidad de sentir para escribir (o si no, ¿cómo esperas que alguien sienta algo cuando lo lea?) y cómo acercarse a aquello que no puede ser (d)escrito.
—¿Cómo hacer que la gente lea poesía sin obligación?
R.- Las personas leen y escuchan poesía sin obligación alguna. De hecho, esto sucede en Internet todo el tiempo. Ahora bien, es cierto que esta poesía no es toda la poesía, sino un conjunto de poemas que podríamos llamar “populares” y, las menos veces, “canónicos”. Usualmente son los mismos poemas, por ejemplo, el “Poema 20” de Neruda es un meme en Tik Tok, lo mismo que los muy famosos (y graciosos) versos de Bellakath de “Reggaetón champagne”.
Por un lado, leer poesía es difícil, y lo es mucho más para quienes tienen poca tolerancia a la frustración o pereza cognitiva. En ese caso, hacer que las personas lean y escuchen más allá de la poesía que conocen es un poco difícil, pero no imposible. Por otro lado, en Bolivia tenemos el problema de la difusión. La poesía, la mera poesía escrita en papel y tinta —no la poesía hecha música como el rap o la poesía sonora— no es tan popular. En algunos países, como Chile o Colombia, donde la poesía está institucionalizada, es más fácil difundirla, porque hay apoyo del Estado, las instituciones, las ONG e incluso las empresas privadas. En ese específico caso, la poesía de Bolivia no llega tan fácilmente a los lectores, por lo que ellos no tienen la práctica de leer poesía y, por tanto, decidirán no consumirla. Finalmente, pero no menos importante, y volviendo a la idea de que todo es sustancia, creo que el problema de la cultura de las roscas y el ego desmesurado (por tanto, odioso) de algunos poetas es un gran problema. Bajo riesgo de que me digan lo que sea, sinceramente, piénsenlo, ¿quién querría leer a un poeta mezquino, inseguro, paranoico y arrogante, si no es por obligación? No me refiero aquí a que para ser poeta una tiene que ser un alto ejemplo de “las buenas costumbres” o de “portarse bien” ni nada de eso, sino a que las relaciones son una parte de peso en el oficio, en cualquier oficio, y pues “ni modo”. Si la poesía entra a alguna categoría laboral, podría considerarse ser una especie de servicio que de hecho se remunera (no está pues flotando en el aire, ¿o sí?). En ese sentido, la cultura de la rosca, las envidias, la misoginia, ¡y todo!, inevitablemente está entrelazada a las voces poéticas que enuncian en un libro de poesía pues, lo que para algunas personas que leen poesía puede llegar a ser bastante rico y para otras personas no tanto, ¿no?
—¿Qué sientes al ingresar a alguna librería? ¿Puedes describirlo en cuatro palabras?
R.- Qué rico huele todo.
—¿Cuál es el libro de poesía que ha leído más de 9 veces sin haberlo entendido y solo gozado por leerlo?
R.- Me parece genial que toques ese punto. Montalbetti dice por ahí (yo lo leí en Instagram) que la poesía no necesariamente se tiene que entender. No sé si estoy equivocada, pero pienso que tiene razón. Hay varios libros y poemas que me hablan y que no entiendo del todo, creo que podría decir que esos han sido los siguientes: “Caballos pintados con tiza azul”de Rocío Ágreda Piérola, “Altazor“ de Vicente Huidobro, “Tardío”de Juan Malebrán, “Ensayo sobre las cosas en las que más pienso” de Anne Carson, “Crawl” de Héctor Viel Temperley y muchos, muchos más.
La Paz, 7 de junio de 2024
Joan Villanueva. Nació San Petersburgo y vivió la primera infancia en la ex Unión Soviética, en el seno de una familia de migrantes bolivianos, con quienes luego iniciaría su primer viaje hacia Bolivia. “Plaquetes: para envenenar a Scorpio” (2017). “Sin motivo” (2018). “La Trama artificial” (2023). “Calzar la sombra” (2023), con el que obtiene el premio lugar en el L Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo en categoría poesía. Tiene un inédito “Intelligentsia”. Forma parte de las antologías “Marifranci” (2022), “Rajadura” (2021), “Sudaka” (2019) y “Escándalo en tu banca” (2018). El 2022 se hizo del Premio Nacional Imágenes del Nuevo Tiempo con la obra “Mujeres y resistencias” (poesía). Fue becada para el Festival de Poesía Sudaka (2021). El 2022 consiguió la beca para escritura del podcast Doble confinamiento: testimonio de personas LGBTIQ + durante la pandemia, evento a cargo de Google News Iniciative, UNESCO y Chicas Poderosas.
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