- En principio la saya es una expresión cultural y política de la nacionalidad afroboliviana.
- Contrario a la semba, un baile que se interpretaba a modo de «resistencia» en la época de las haciendas, o el mauchi, un género vinculado con las ceremonias fúnebres, la saya es una danza de afirmación de una identidad.
- A partir de los años 1980 la Saya se fue transformando de una danza del pueblo a un instrumento de reivindicación.
- La danza fue declarada Patrimonio Departamental de La Paz en 2007 durante la gestión de José Luis Paredes y es Patrimonio nacional a través de la norma 747/10 de 2013 “Expresión Cultural Saya Afroboliviana”, que fue promulgada durante el gobierno de Evo Morales.
- Desde entonces sigue retumbando el tambor mayor afroboliviano desde los profundos orígenes de África.
Wtvonline/prensa lunes 30 de septiembre 2024.- La nación afroboliviana ha fortificado su identidad a través de la saya, un género cultural rítmico y sonoro, sin haber ejercido ningún tipo de presión social o violencia política como las demás nacionalidades existentes. Un caso único en el país y aun así cuyo tránsito ha sido difícil, desde la mofa o las burlas vecinales yungueñas hasta el total respeto de la ciudadanía boliviana.
En efecto, la difusión de la cultura viva afroboliviana no fue fácil, pues en las memorias de la comunidad está un primer intento por mostrar la danza de la saya en Coroico, provincia de Nor Yungas en el departamento de La Paz, en la década de 1970, que fue recibida con mofa en esa localidad vecina.
A partir de ahí se empieza a difundir con fuerza y es la saya la que «ha permitido romper todas las puertas» para lograrlo, destacó a la Agencia EFE (18/10/2022) Edgar Gemio, encargado del Centro de Interpretación Cultural Afroboliviano Tocaña.
En la siguiente década, los años 80, estas expresiones culturales fueron introducidas en los colegios de la zona y los estudiantes «afros y no afros» hicieron otra presentación esta vez aplaudida y sin burlas.
En esta cadenciosa danza, hombres y mujeres mueven hombros, caderas y manos al ritmo del bombo y el «reque reque», un instrumento musical fabricado con la coraza de un fruto de la zona de Los Yungas.
«Con la saya nosotros podemos llegar a diferentes escenarios y mostrar y decir lo que sentimos, y contar nuestras experiencias, nuestros sueños y las emociones que tenemos», manifestó Gemio.
Pero también hay otras expresiones culturales, como la semba, un baile que se interpretaba a modo de «resistencia» en la época de las haciendas, o el mauchi, un género vinculado con las ceremonias fúnebres.
Desde 1970, la saya ha consolidado a los afrobolivianos como ciudadanos plenos en sus derechos y en su identidad, más que los documentos históricos y políticos logrados en otras instancias nacionales e internacionales.
Esta danza, ejercida de festividad en festividad o en actividades típicamente rutinarias, es un mecanismo articulador que ha empoderado su identidad y le ha abierto más puertas en el Estado Plurinacional del país, sin ejercer ningún tipo de violencia política.
TESTIMONIO HISTÓRICO
De acuerdo a la plataforma Wikipedia, los abuelos Manuel Barra y Angélica Pinedo refieren, en diferentes entrevistas, la evolución de la saya y su diferenciación de la música aimara. Esta expresión cultural construyó identidad de manera aglutinadora para los afrodescendientes como diferenciadora de las comunidades aymaras y blancas como se entiende a partir de su testimonio: «Los indios zampoña y los negros saya no más siempre» (Manuel Barra,1999).
Barra, nacido alrededor de 1930, relata de esta manera la interpretación de la saya durante el periodo de las haciendas, previo a la Revolución de 1952:
«La tropa de saya paraba en la mañana, donde el tambor mayor. El tambor mayor golpeaba su caja tres veces. Entonces ya tenía que ir. Reunir toda la gente en esa casa del tambor mayor, donde está el tambor mayor y donde el tambor mayor ya se va donde el Alcalde….EI Alcalde maneja su vara…y ande el tambor mayor, la tropa de saya tiene que ir donde el Alcalde, a su casa del Alcalde; de ande el Alcalde tiene que ir a la Casa de hacienda, la tropa, a visitar al patrón, después al Mayordomo. De ahí tiene que salir a visitar, recién tiene que ir a la iglesia; de la iglesia ya va y agarra el preste y si cambia el preste, ya el preste pesca la tropa y lleva a su casa. Naidies tiene que saber dónde está yendo esa tropa solamente yo y usted. Yo soy el guía de hombre y usted guía de mujer» Manuel Barra, 1999
A partir de los años 80, la Saya se fue transformando de una danza del pueblo a un instrumento de reivindicación. La reivindicación empezó en el año 1982 con la presentación que hicieron alumnos del Tercero Intermedio del Colegio Guerrilleros Lanza en Coroico para la fiesta del 20 de octubre.
Consultando a parientes y a la gente mayor de edad, residente en Tocaña, los alumnos trataron de averiguar cómo eran la música, vestimenta y danza, y el resultado de sus investigaciones tuvo tanto éxito que la presentación se repitió al año subsiguiente con más participantes afrobolivianos, dando inicio a lo que hasta hoy es el Movimiento Cultural Saya Afroboliviana (MOCUSABOL).
VESTIMENTA
La vestimenta para ambos géneros es blanca. Las mujeres llevan polleras con varias tiras de colores, en la parte del ruedo y bordados en la parte superior, blusas de mangas cortas, escote cuadrado, toda la blusa va bordada y adornada de cintas,8 encajes y zigzag, también llevan un sombrero en la mano y una manta de color, doblada y colgando en el brazo derecho. Llevan ojotas.
La vestimenta de saya presenta peculiaridades sincréticas españolas y mestizas en la vestimenta de las mujeres, particularmente en la adopción de las blusas y polleras de la chola paceña en versiones propias especiales para el baile.
INSTRUMENTOS
Sobre la interpretación tradicional de la saya, la abuela Angélica Pinedo refiere el siguiente testimonio: «Los guías de hombres llevaban cascabeles; las guías de mujeres llevaban matracas; cuando hacían las coplas se giraba la matraca hacia arriba, y, cuando todos cantaban, la matraca sonaba lento acompañando a la guancha» (Angélica Pinedo, 1999).
La interpretación contemporánea incluye: Nueve membranófonos: tambor o bombo mayor, sobre tambor, requinto sobre requinto y ganginco. Un idiófono: coancha.
MUSEO AFROBOLIVIANO TOCAÑA
En la actualidad, la saya tiene un lugar «de resguardo» en el Centro de Interpretación Cultural Afroboliviano Tocaña. Este museo preserva la cultura viva de la comunidad afroboliviana.
Precisamente, esta danza es una de las protagonistas del centro cultural Tocaña, que incluye muestras de las vestimentas que se usan para bailarla y los respectivos instrumentos musicales, destacó la Agencia EFE (18/10/2022).
Expresiones culturales como la saya, instrumentos musicales, herramientas de trabajo y memorias audiovisuales expuestas en este centro preservan la historia de este pueblo que pasó de ser una hacienda a una de las principales comunidades afrodescendientes de Bolivia.
Tocaña está a unos 100 kilómetros de la ciudad de La Paz y a unos 1.344 metros de altitud en la zona subtropical de Los Yungas de La Paz, con un clima cálido como su gente.
El museo incluye un pequeño salón audiovisual con las fotografías de 26 personalidades que aportaron a la difusión de la cultura afroboliviana, además de documentales sobre la comunidad, y otro espacio para la consulta bibliográfica.
El museo tiene un salón audiovisual con fotografías de 26 personajes que fueron influyentes en la difusión de la cultura afroboliviana, documentales sobre la llegada de los afrodescendientes al país y un espacio para la consulta bibliográfica.
Edgar Gemio, encargado del Centro de Interpretación Cultural Afroboliviano Tocaña, aseguró que el centro fue fundado en el 2003.
Para 2007, tuvo un buen inicio porque pudieron hacer un escenario de capacidad para 200 personas y una sala de exposición, una cafetería y comedor. Pero después del 2021, fue remodelado bajo la visión de Gemio.
Según datos bibliográficos, la memoria de los afrobolivianos está presente en algunas sayas. Los primeros africanos llegaron a Bolivia en el siglo XVI por la ruta de Panamá-Perú, mientras que otros llegaron desde Buenos Aires, Argentina, cuando fueron esclavos en las minas de plata de Potosí.
La población llegó a Mururata, que era el lugar donde «se repartían» a los demás lugares donde se requerían más esclavos. «Salían para las haciendas de Tocaña, Chijchipa, San Joaquín y Suapi», detalla.
(jcrquiroga)
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