– Desde hace 9 años, el 1 de julio de cada año se conmemora en la ciudad de La Paz, Bolivia, a las valerosas mujeres, conocidas y anónimas, nacidas en este departamento, quienes lucharon y sufrieron terribles padecimientos por la libertad, independencia, defensa de la soberanía nacional, respecto a la democracia y reivindicaciones sociales. Entre ellas, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza, Vicenta Juaristi Eguino, Simona Josefa Manzaneda, Manuela Josefa de la Concha Olmeda, Manuela Pagadora de Graneros, Marcela Catacora y Heredia, María Carmen Rodríguez de Jaén.
– El «Día de las Heroínas Paceñas» fue establecido por la Ley Municipal Autonómica 040 del 28 de junio de 2013.
-La Ordenanza Municipal 375 del 26 de agosto de 2014 nominó una plaza Las Heroínas Paceñas en memoria de las mártires, en la zona Sur.
– El 2 de julio de 2018, el municipio de La Paz entregó, en la plaza de Las Heroínas Paceñas, la escultura que fue creada por la artista orureña Esmeralda Méndez y está ubicada en la avenida Víctor Zapana de Bajo Seguencoma.
(Wtvprensa,30 de junio de 2022).- A partir del siglo XIX, la quiebra del orden colonial hispano trajo consigo una serie de transformaciones que dieron lugar a un nuevo equilibrio político y social como “el accionar militar de las mujeres de La Paz, cuyo ideal de independencia las llevó a ocupar lugares en el proceso revolucionario, ‘poco comunes para las de su sexo’”, señala la profesora argentina de historia Berta Wexler en “Las mujeres paceñas: una aproximación a su participación en el ejército revolucionario del siglo XIX” (Clío & Asociados, 2000, Nº 5. Web Memoria Académica UNLP-FaHCE).
En esa época no estaba permitido que las mujeres participen de la guerra porque como en otras sociedades se las consideraba seres pasivos en inferioridad de condiciones frente a los varones. “Las paceñas fueron las mujeres de la elite de La Paz lideradas por Vicenta Eguino, a quienes se sumaron mestizas que participaron en la Revolución de 1809 desplazando temporalmente del poder a los españoles, del mismo modo que lo hicieron en la revuelta y toma de la ciudad en setiembre de 1814”, señala Wexler.
Los alzamientos indígenas del siglo XVIII crearon condiciones de descontento social en indios, mestizos y criollos afectados por las medidas económicas impuestas por la Corona desde España. La mayor rebelión fue la encabezada por el cacique Túpac Amaru y sus parientes cercanos quechuas. Túpac Amaru fue capturado en 1781; sus parientes del Alto Perú, encabezados por el jefe aymara, Julián Apasa Tupac Katari, iniciaron la conspiración en el distrito de Chayanta.
Wexler afirma que estos levantamientos fueron brutalmente reprimidos y aplastados por los arcabuces españoles. “Las esposas de los principales caciques indígenas Tupac Amaru y Tupac Katari, que participaron en la organización de las revueltas, aparecieron en los documentos de la Historia del Perú y el Alto Perú. Importante fue el rol activo que jugaron los lazos de parentesco y solidaridad entre los miembros de las comunidades, como los casos de Bartolina Sisa, Micaela Bastidas y Teresa Quisque, entre otras, (…) fueron verdaderas motivadoras del cambio social en la colonia”, sostiene.
No obstante, según observa la profesora de historia: “en el caso de las mujeres las represalias fueron mayores ya que no sólo fueron de carácter político, sino también morales, al vejarlas y pasearlas por la plaza. Captaron a las mujeres y las expusieron para deshonrar a la comunidad.”
La revolución julia contó participación del género criollo
Dos insurrecciones de gran importancia movilizaron en el Alto Perú en 1809: la de Chuquisaca el 25 de mayo y la de La Paz el 16 de julio adonde los criollos aspiraron a alcanzar el poder porque habían estado postergados política y económicamente. La Revolución del 16 de julio de 1809 en La Paz incorporó entre sus objetivos el desconocimiento a las autoridades españolas.
“La idea revolucionaria se inició en la Paz con la organización de una Junta Tuitiva. Esta Junta tuvo como objetivo satisfacer a los descontentos y suprimir los privilegios, para que criollos y mestizos alcanzaran los cargos que les estaban vedados por los chapetones”, asegura Wexler.
“El desenlace final fue trágico porque casi 86 insurgentes fueron condenados a la horca, otros a garrote, presidio o destierro, y se confiscaron los bienes de todos”, agrega.
Wexler manifiesta que las mujeres paceñas que participaron de la Revolución del 16 de julio de 1809 “fueron criollas de posición acomodada. Todas casadas, desde muy jóvenes, actuaron junto a sus maridos o hermanos”.
Excepto la reivindicación de “heroína” a la figura de Vicenta Eguino (en 1826), el testimonio sobre el accionar de estas mujeres se rescató recién muchos años después. “En efecto, en 1860 el periódico paceño El Telégrafo del 17 de julio registró una crónica histórica (…) que decía que las mujeres que participaron en la independencia eran de las mismas familias de los comprometidos, como Juana Parada, Manuela Sagárnago, Vicenta Eguino, Manuela Campos, Manuela Uriarte de Sanjinés, Ignacia Barra, a la vez que las glorificaba nombrándolas heroínas”, dice Wexler.
El reconocimiento tardío a las heroínas paceñas
Mediante la aprobación de la Ley Municipal Autonómica GAMLP Nº 40 del 28 de junio de 2013, se declaró al 1 de julio como el “Día de las Heroínas Paceñas” en homenaje a Bartolina Sisa, Gregoria Apaza, Vicenta Juaristi Eguino, Manuela Josefa de la Concha Olmeda, Manuela Pagadora de Graneros, Marcela Catacora y Heredia, María Carmen Rodríguez de Jaén, entre otras patriotas, esposas e hijas de protomártires de la independencia.
El 12 de julio de 2012, la Unidad de Patrimonio Inmaterial e Investigación Cultural, dependiente de la Dirección de Patrimonio Cultural y Natural de la Oficialía Mayor de Cultural, emite el informe DPCN-UPIIC Nº 165 que refiere que en las gestas heroicas de La Paz, durante la Guerra de la Independencia, “las mujeres paceñas, desde la aristócrata dama hasta la más humilde chola mestiza o indígena, supieron demostrar el más alto grado de abnegación y heroísmo, sacrificando su fortuna, bienestar, tranquilidad de hogar y la vida misma en aras de la libertad”; así tenemos a:
Vicenta Juaristi Eguino trabajó activamente en los preparativos de la revolución julia y su puso su fortuna al servicio de ésta. Fue condenada a prisión y más tarde a muerte, de las cuales pudo escapar tras pagar fuertes multas de dinero.
Simona Josefa Manzaneda participó en varias revueltas patriotas directa e indirectamente. Por sus acciones al lado de los patriotas revolucionarios fue condenada a muerte. El día en que se cumplió su sentencia, los soldados realistas la sacaron desnuda del calabozo, le cortaron el cabello y la exhibieron por las calles. Después de ser azotada en las cuatro esquinas de la plaza mayor, actual plaza Murillo, fue amarrada a un pilar donde fue fusilada por la espalda.
Úrsula Goyzueta fue capturada por los realistas en 1816 y terminó perdiendo la razón después que se la ultrajó de la forma más atroz. Montada en un asno fue exhibida desnuda con la cabeza rapada en las calles de la ciudad y atada en un poste en la plaza mayor, actual plaza Murillo.
Ramona Sinosain Vargas fue multada a pagar fuertes montos de dinero por sus actividades en contra del gobierno realista, quedando casi en la indigencia. Su salud se comprometió y falleció dejando huérfanos a sus hijos.
Manuela Campos y Seminario contempló la ejecución de su marido, Gregorio García Lanza, y acosada por los realistas buscó refugio en los Yungas hasta 1820, año que falleció dejando a sus hijos en la orfandad y pobreza.
Juana Manuela de la Sota y Parada, después de que su esposo fue desterrado y sus bienes embargados, fue condenada a muerte, que pudo evitar mediante el pago de fuertes sumas de dinero y falleció en 1817.
María Manuela Sagárnaga presenció la ejecución de su hermano, quedó viuda, su fortuna diezmada y fue desterrada a Caupolicán.
Manuela Iriarte soportó la ejecución de su tío, persiguieron a sus familiares, barrieron su fortuna y la desterraron a Apolo, donde pasó numerosas penalidades.
Isabel Calderon, esposa de Bautista Sagárnaga, actuó junto a otras mujeres en la gesta libertaria.
Manuela Josefa de la Concha Olmedo, esposa de Pedro Domingo Murillo, fue víctima del embargo de su casa y bienes, y el remate de éstos, siendo condenada a vivir en la pobreza junto a sus tres hijos.
Manuela Pagadora de Graneros, esposa de Mariano Graneros, sufrió todas las adversidades y crueldades de los realistas.
Marcela Catacora y Heredia, hermana de Basilio Catacora, estuvo al lado de éste en todo momento.
María Carmen Rodríguez de Jaén, esposa de Apolinar Jaén, acompañó a su marido en todos los acaecimientos con lealtad.
María de los Dolores Linares fue confinada a Pelechuco por su complicidad con Simona Manzaneda.
María Dolores Mantilla, esposa de Manuel Victorio García Lanza, con quien tuvo cinco hijos y compartió los ideales libertarios.
María Josefa Pacheco y Muñoz fue una de las primeras mujeres que desafió la ira de los realistas el 16 de julio.
María Mercedes Cabrera de Jiménez, esposa de Melchor Jiménez, estuvo al lado de su marido en los hechos del 16 de julio.
Petrona Francisca Blacader Cañizares, esposa de Buenaventura Bueno, sufrió la confiscación de sus bienes y vivió con cinco hijos en la pobreza.
Teresa Murillo Duran y Tomasa Murillo Durán, hijas de Pedro Domingo Murillo, acompañaron a su padre en el doloroso calvario hasta su muerte.
Petrona Tórrez y Durán, esposa del patriota Romualdo Herrera, uno de los sindicados en la conjura descubierta en 1805, confesó haber dado dinero para la compra de armas en la insurrección.
María Teresa Arduz Zelada contribuyó a la independencia del Alto Perú.
(J.C.R.Quiroga)
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